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Tatto Magic + Aitor Saraiba

 

Aitor Saraiba convierte sus dibujos en tatuajes

texto: Javier Díaz-Guardiola      ABC 13/01/2014

El joven ilustrador Aitor Saraiba convocó por Facebook a amigos y seguidores para tatuarse en la piel algunos de sus dibujos. El evento tuvo lugar, y de forma excepcional, el pasado sábado.

 

Todo empezó por una apuesta. El ilustrador Aitor Saraiba (que recientemente presentó «Nada más importa», su tercera novela gráfica) comparte con Luchi (diminutivo de Luciano), músico, escritor y tatuador profesional, no sólo su afición por la escritura y la tinta. También su pasión por la música más cañera. Cuando este acabó de leerse su último libro le espetó: «Únicamente me tatuaría el rostro de Morrissey (el que fuera el vocalista de los Smith) si la dibujaras tú». «Yo tampoco tenía ningún “tatu” basado en un dibujo mío –reconoce Saraiba–, y eso que cuento con más de veinte. Sobre todo, porque me da vergüenza decirle a un profesional lo que tiene que diseñar. Pero si Luchi cumplía su palabra, yo compartiría diseño con él».

 

Un reto que se hace extensivo

 

El caso es que ese día llegó, y una vez metidos en harina, artista y tatuador se plantearon hacer extensivo el reto: «Llevo años recibiendo fotos de gente que me muestra dibujos míos que han decidido tatuarse, y también son muchos más los que me piden permiso para hacerlo –explica Saraiba–. ¿Por qué no poner en marcha personalmente algo similar?». Fue así como en diciembre se creó un evento en la red social Facebook, en el que se colgaron algunos dibujos a modo de ejemplo y se fijó una fecha para su materialización, «que tenía que ser después de Navidad, para aprovechar su resaca y, sobre todo, evitar sus excesos. El que se hace un tatuaje ha de saber que esto es para toda la vida». La tarde del pasado sábado, algunos valientes, así lo confirmaron.

 

Sin duda alguna. Arte para toda la vida. Grabado en la piel. «Lo divertido es que esta es una iniciativa que quiero que sea irrepetible sobre algo que será para siempre», continúa su artífice. «Aquí convergen muchas cuestiones: tatuadores que están abiertos a hacer unos diseños que no son suyos y que además no son los modelos a los que están habituados. Por otro lado, a mí me permite estar en contacto con la gente, escucharles, adecuar esos prototipos a lo que realmente les apetezca tatuarse. Esto comenzó como un divertimento y no fuimos conscientes de lo que estábamos proponiendo hasta que no recibí las primeras llamadas, que fue poco después de soltar el evento», admite.

 

 

El diseño perfecto

 

El pasado sábado, en la sede de Tattoo Magic (C/ Colón, 5), local de Luciano y en pleno corazón de Malasaña, acudían puntuales aquellos que habían reservado cita y que se mezclaban con los clientes habituales del local: «No se puede hablar de un perfil fijo de persona interesada en la propuesta. Es cierto que todos me conocen, porque son amigos personales o porque han leído mis libros, donde los tatuajes han sido también parte de su banda sonora. Saben a lo que vienen y saben cuál es mi estilo. He preparado dibujos más románticos, más siniestros, más agresivos... Pero he estado abierto a escucharles para encontrar el diseño perfecto».

 

Rompió la brecha una chica, Paloma, amiga de Saraiba, que decidió mezclar las simpáticas aves de la novela «Pajarillo» con algunas flores extraídas de «El hijo del legionario», los dos títulos anteriores del ilustrador: «Estoy encantada porque me llevo una obra de arte. Me gustan los dibujos de Aitor y tenía muchas ganas de hacerme un “tatu” nuevo. Esto, una vez que empiezas, es un vicio». Ella eligió su antebrazo izquierdo. Por su parte, Jota, que ya lucía tinta de sobra sobre su piel, optó por una calavera con una leyenda especial: «Soy colega, y en Halloween se alinearon los astros que hicieron que surgiera la idea del diseño que he elegido. Como en el resto de mis “tatus”, tiene un significado personal y muy especial para mí».

 

Hernán y Beto fueron los profesionales que se afanaron porque esos mismos dibujos quedesen perfectos y se asemejaran en la medida de lo posible a los modelos de Saraiba: «Todo es sencillo y todo es complicado aquí –comenta el primero–. Que el dibujo sea simple no significa que tenga su ejecución. Aitor emplea una línea muy fina y quebradiza y lo más difícil es imitar su caligrafía. Además está la presión del tiempo: tenemos que cumplir los encargos del día y hacerlo con profesionalidad».

 

Salir de la rutina

 

Una obra de arte por poco dinero y para toda la vida. El precio medio que se fijó fue de unos cien euros: «Algo menos de lo habitual para este tipo de trabajos –cuenta Luchi–, pero que tiene en cuenta el público que ha traído Aitor. Porque para nosotros esto también es muy interesante: supone salir de la rutina, abrirnos a cosas diferentes, dar paso a gente que de otra manera no se atrevería a entrar aquí».

 

Los tatuadores acaban los primeros trabajos y los clientes se muestan encantados con los resultados. Empiezan entonces a llegar los de la segunda tanda. Desde las cuatro y media de la tarde hasta las diez de la noche, los profesionales de Tattoo Magic fueron cumpliendo sus deseos, como el de Vicente de tatuarse un ángel en el empeine junto a una frase de una canción de Los Smith: «Para mí lo más divertido es saltarse los límites del mundo del arte», confiesa Saraiba.

 

Hace unos años, también se sentó frente a otros interlocutores, aunque en un espacio totalmente diferente a esta tienda de tatuajes al que también se le acercan conocidos para que les dedique su última novela. Entonces, les escuchaba para ofrecerles «dibujos curativos» que aliviaran sus tensiones. «Me han pedido repetir este evento de hoy en otro momento o en otro lugar, en Barcelona. Pero, como en su día hice con los dibujos curativos, creo que no debo repetir. Tengo que conseguir que este sea un acto especial y que los que han formado parte de él tengan la sensación de que participan de algo único, con personalidad y frescura. ¡Ojalá la próxima vez sea yo el que tatúa!».

 

A la entrada de la tienda, como si de un pequeño altar se tratara, los dibujos de Saraiba se mezclan con los motivos habituales del local y rivalizan por acabar en la piel de algún cliente. A su lado, algunas de las piezas en cerámica, también del artista. «El arte tiene estas cosas –nos recuerda Luchi antes de salir–: compartes una canción, ¿por qué no un tatuaje? En ambos casos se trata de letras, de imágenes mentales que se quedan grabadas». Y antes de que nos convenza, lo dejamos trabajando...